Aunque el movimiento 15-M es un bebé prematuro, un niño de la calle y de genética controvertida, empieza a desarrollar pequeñas habilidades. En Carabanchel ha esbozado una sonrisilla y parece ser que la criatura no es racista. Yo me alegro porque pienso que si un sistema social declara ilegales a seres humanos, que sólo luchan por sobrevivir en la jungla de la avaricia, él mismo debería ser ilegalizado. Para mí, de momento, es inmoral.
Juanjo
Sábado 4 de junio, son las 22.30 aproximadamente, la asamblea del barrio de Carabanchel acaba de terminar entre aplausos y vítores. La gente se empieza a levantar y a conversar en pequeños grupos sobre lo bien que ha salido todo. Algunos amigos estamos hablando de ir a tomar unas cañas, de repente varias personas comentan que la policía está realizando un redada contra migrantes en la estación de Oporto, a tan sólo 50 metros cruzando la calle desde la plaza donde estamos.
Comenzamos a caminar despacio y confiados hacia el metro, “ningún ser humano es ilegal” coreamos con fuerza. Hay un coche de la policía nacional aparcado en la boca de metro, parece que la redada es dentro de la estación. Unas doscientas personas comenzamos a bajar las escaleras al grito cada vez más alto de “ningún ser humano es ilegal”. Dos agentes están pidiendo documentación a personas de piel morena. Tienen a un chico retenido cuando los policías se dan cuenta de lo que está pasando.
Están rodeados por una multitud que corea una verdad que tanto necesita ser gritada. Los dos policías comienzan a caminar hacia la salida del metro, el chico retenido duda si seguirles, se hace el despistado y comienza a quedarse rezagado para escapar. Un pasillo se abre entre la gente por el que los policías caminan con la mirada en el suelo y la mano en la funda de la pistola.
Impresionante, los gritos son cada vez más fuerte, la emoción aumenta, pero la calma se mantiene al paso de la policía, nadie les increpa, no hace falta, hemos ganado, estamos felices, rebosantes de alegría. Cuando por fin el coche de policía abandona la plaza, el cántico cambia: “el pueblo unido jamás será vencido”. Una sensación maravillosa, nos abrazamos, caras con sonrisas enormes.
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