Hoy voy a hablar sobre una de las técnicas más extendidas hoy día en el mundo de los negocios: La competencia. Esta técnica se ha extendido incluso más allá de los círculos empresariales y hace tiempo que ha comenzado a aplicarse en diversos ámbitos; desde la cultura, pasando por la educación, hasta el cine o la política. Ello es así porque el trasfondo real de todas esas actividades tienen una misma cosa en común: El dinero (=negocios, poder). Pues bien, la autocompetencia no es más que una forma de estafa legal y apoyada por nuestros gobiernos, puesto que ellos mismos utilizan la misma técnica de engaño.
La palabra Competencia significa competente (ser capaz), que a su vez proviene del latín competens –competentia-, aunque el primer uso del concepto lo encontramos en un trabajo del archiconocido Platón donde empleaba el término ikano (derivado de iknoumai), que significa llegar, es decir, plantearse una meta. Ser ikanos (ser capaz) es tener la habilidad de conseguir algo, destreza. En consecuencia podemos deducir que este concepto, y por lo tanto las consecuencias de aplicarlo, son cosas relativamente recientes en la historia de la humanidad.
Por sorprendente que parezca, la competencia era algo que no tenía sentido en los inicios del ser humano. ¿Porqué? Porque la única manera de evolucionar como especie era colaborando unos con otros, de una manera u otra, pero la clave era cooperar. De hecho si la cooperación espontánea no era factible, se recurría a la cooperación obligada, como la esclavitud. Hoy día no solo no nos ayudamos entre nosotros, si no que inexplicablemente luchamos unos contra otros (cuando me refiero a «hoy día» me refiero a la época muy reciente de la historia de la humanidad, los últimos 100 ó 200 años).
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