La prueba de que hay un plan perfectamente trazado es que las Autonomías españolas no funcionan como tales, ya que todas siguen al unísono las mismas órdenes, independientemente del color político que las gobierne

Sé que en Sevilla están cayendo lugares tan emblemáticos como los dos “manolos” más famosos de la ciudad, el de Triana y el de la Alfalfa, pero su elegía la dejo a esos columnistas aficionados a las tabernas que practican la literatura seudo folclórica tan del gusto de la prensa clásica hispalense en papel.
¡No!, no más llantos, es la hora de luchar. Ante la incompetencia, o peor aún, la perversidad premeditada de los políticos, ha llegado la hora de plantar cara. No sé si cuando estás líneas vean la luz el pulgar del virrey autonómico habrá caído hacia abajo ya, pero la muerte anunciada de nuestros bares se va a consumar ante una sociedad aborregada y acojonada que se está tragando cada día más ruedas de molino.
Mientras los medios televisivos nos bombardean con datos y más datos de muertos y heridos, nos están colando de rondón la liquidación de nuestro idioma, la vuelta de la censura, la impunidad para que Hacienda entre en nuestras casas sin permiso, mientras el pueblo se empobrece, camino de convertirse esto en un erial económico con millones de dependientes de la “paguita”, migajas de sus sueldos, que tengan a bien otorgar a los que, por otro lado, los mantienen en el poder con sus votos (lo de la ley electoral es otro berenjenal donde nadie se atreve a meter mano).
Porque no nos olvidemos que el fin último y principal de la inmensa mayoría de los políticos es seguir las normas de su partido para que este y ellos mismos de paso, puedan cada vez manejar más poder y dinero o, al menos, no perder lo que hayan conseguido hasta la fecha.
Mientras los supermercados valencianos, las tiendas de muebles suecas, los centros comerciales, autobuses y metros van a tope, los bares y restaurantes que cumplen escrupulosamente ratios de aforo y medidas de seguridad y limpieza son cerrados impunemente condenando negocios a la ruina y miles de trabajadores al paro.
No será porque los hosteleros y muchas más personas, no solo ellos, no han repetido hasta la saciedad esos y muchos argumentos más, como que los contagios en hostelería solo suponen algo más del 3% del total o que cuanto más horas cierra la hostelería más crecen las concentraciones callejeras juveniles y las fiestas clandestinas, verdaderos focos importantes de contagio, pero lo fácil es cerrar a los sumisos bares y restaurantes, que se resignan y siguen gastando dinero en medidas que al final no les sirven de nada.
Aún queda algún político que parece medio sensato que ha declarado que no ve justo el cierre de la hostelería o que, en todo caso, sería una última medida extrema. Los demás van equivocándose en cadena uno detrás de otro. ¿O es que la Junta de Andalucía aún no se ha dado cuenta que la peor ciudad de Andalucía ahora mismo es Granada, donde más pesa la población universitaria y los colegios mayores? Seguida de Sevilla, donde desde hace semanas están floreciendo los clanes juveniles en parques y plazoletas de barrio.
Mi amigo Ramón López de Tejada, de la Antigua Abacería de San Lorenzo, mantiene la tesis de que el cierre de bares por parte del poder tiene como objetivo también suprimir el mayor foro ciudadano donde se habla, se debate y se critica, quizás no le falte razón. Un pueblo aislado individualmente y mal informado (la lluvia saturadora de información es desinformación) es más manejable.
Se avecina un cierre y un confinamiento (parcial o total) que tiene como objetivo, según dicen algunos de sus perpetradores, bajar las cifras de contagiados, pero me temo que haya además una estrategia para, tras una semana o dos donde, lógicamente, al estar todos aislados bajaran esas cifras, se abran de nuevo las puertas de todo para incentivar la ceremonia anual de consumismo navideño. Y en Enero vuelta a lo mismo, como ha pasado este verano.
Piensen que alrededor de la hostelería hay muchos otros afectados. Piensen por ejemplo en esos cientos de delegados, comerciales, repartidores, de los productores y distribuidores que surten a esa hostelería de las mercancías necesarias, trabajadores expuestos cada día al contagio al estar permanentemente en la calle, visitando decenas de locales. Bodegas, agricultores, pescaderos, carniceros, sí, tienen la salida de la venta directa al consumidor, pero muchos dependen de la hostelería para cuadrar sus cuentas y mantener los puestos de trabajo.
No caigan en la trampa de pensar que si son críticos con las medidas “sanitarias” de los poderes políticos, son unos “negacionistas descerebrados”. Claro que hay que tomar medidas, pero racionales y teniendo en cuenta que un país en la miseria no es la solución a la pandemia.
Por Javier Compás.
Visto en centrohistorico.info